Ya sea una botella de Pommery, Jason y los Argonautas o un Mustang del 67, todos tenemos nuestras debilidades. Michael Schenker, el "jodido bastardo alemán" en palabras del señor que canta en este disco, es una de las mias.
Cuando Schenker toca, yo escucho. Y recibo mi justo premio, la música celestial que este cabronazo saca de su guitarra. Fácil.
Junto a los UFO grabó una pieza magistral tras otra y es mi etapa preferida del teutón, pero me apetecía homenajear a este hombre loco con su obra en solitario más equilibrada y pulida, donde se puede flipar con ese tono maravilloso, ese trueno flying V que te deja próximo a la levitación. Además a Graham Bonet no le quedó más alternativa que ponerse a la altura de la música y cantar como nunca, lo cual ya es mucho decir, porque hay que ver cómo lo hace, el nota.
Otra de las razones por las que me cae bien este tío es que dinamitó desde dentro el G-3, ese invento del demonio que los "plomazos" Satriani y Vai ponen en marcha regularmente invitando a otro guitarrista. No les quedaron ganas de volver a tenerle a menos de 100 metros. Se puede tocar diferente, pero no mejor.
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